El Martes Santo comenzaba a las 21 horas. En la parroquia de San Fernando y Santa Isabel y en el Convento de las Clarisas Descalzas ya estaba todo preparado para dar el pistoletazo de salida a ambas estaciones de penitencia.
Si años atrás la atención principalmente era para las lluvias, en este año el protagonismo radicaba en cada uno de los pasos procesionales.
Del Convento de las Clarisas Descalzas partía la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Espina y María Santísima de la Amargura. Una cofradía con varias peculiaridades, es la única en Badajoz que dispone de un traje para el Cristo donado por Isabel II, la junta de gobierno está formada íntegramente por mujeres y son los hombres los únicos que pueden desfilar junto con la Virgen y el Cristo.
Además el recorrido se hace en silencio, jurado por los nazarenos y costaleros, con un único sonido, el de las campanillas que se utilizan para dirigir el orden de la procesión.
Y al igual que "las Descalzas" es una estación de penitencia en silencio, así lo es la de San Fernando. Este es el primer año en el que se ha sustituido la usual banda de música que acompañaba a los pasos, por dos simples tambores que marcan el ritmo de los penitentes. Según D. Antonio Cerro, sacerdote de la parroquia de San Fernando y Santa Isabel, esta iniciativa era y es para la Cofradía volver a sus orígenes y darle un toque aun más penitente si cabe.
Otro momento intenso, además de bonito, es la Proclamación de las Siete Palabras, que en este año se ha localizado en la Plaza de la Soledad, junto a la Ermita de la Soledad.
Tras el recorrido por varias calles del centro histórico de Badajoz, ambas procesiones hicieron su parada en la Carrera Oficial y volvieron a sus templos, con el mismo ánimo con el que salieron, con ese clima de penitencia en silencio.